martes, 6 de marzo de 2012

Sábado en Feria


El sábado pasado fui a la Feria Internacional del Libro de Trujillo, después de 3 años regresaba una feria de este tipo, ya sin Adriana Doig, lo que más voy a extrañar de su organización es (a mi apreciación) una manera elitista en la que amenazaba en que no iba a ver otra Feria del Libro porque se necesitaba más de 10 meses en su realización, cuando La Camara Peruana del Libro junto con la MPT, la hizo en tiempo record.

Nunca olvidaré como me demoré haciendo largas colas para ver la conferencia de Vargas Llosa en la 4ª Feria del Libro, atrapar un asiento a las ganadas; para que un poco antes de que empiece el evento, vengan los Ampueros y Belaúndes con toda su mancha, vestidos impecablemente de blanco (como si se fueran a ir a la Fiesta del Perol) ir de frente a su sitio asignado en primera fila, y yo pagando mi entrada de sol en esos tiempos…

Revisando stands ese sábado, en Disbook Junior, vi un libro de El Astillero de Juan Carlos Onneti, yo tenía ya ese título pero en un olor a viejo que ni echando colonia se iba esa mala fragancia, 4 soles menos de lo que me costó el libro Juntacadaveres (también en Punto de Lectura) la semana pasada en un tienda del centro, vi que estaban la mayoría de libros que comenté el año pasado, sigo preguntándome como consiguen a ese precio, también adquirí Macanudo de Liniers a 10 soles.

En Distribuidora Gutiérrez hay descuento del 20% en libros, aunque según lo que escuché cuando el vendedor llamaba por teléfono eso del descuento se hace siempre. Ví que la Verdad de las Mentiras de Alfaguara estaba 35 soles (cuando su precio real es 45), aproveché que con ese descuento me salía 28 soles, muy cómodo para ser un libro sin uso.

La última compra fue en PBC, para completar mi colección poco a poco (tengo 7 de 13), un Ultimates Nª 13 a 5 soles, estaba pasable a pesar de no tener cartón protector, lo malo es que luego de tomar la foto ese mismo comic se cayó y se quiñó la esquina, la buena suerte se había terminado.

Regresé en la tarde y en el auditorio José Watanabe Varas, estaban Lucía Estrada, Antonio Cisneros y Arturo Corcuera. No escuché la poesía de Estrada porque ya había comenzado desde hace rato, Cisneros contaba poesías de animales y que destreza para que en palabras simples y narración vivida invitaba a admirarlo imaginando cada cosa que decía y eso que la poesía no me llamaba la atención.

Terminó el recital y fui al stand de Contra Cultura, entre los libros que vendía el que más me llamaba la atención era Cuy Tira de Juan Acevedo, pero eran los únicos 40 soles que tenía en el bolsillo, regresé al auditorio donde ahora se presentaba el mismo Acevedo, ahí contó que su niñez la pasó en un pueblo a 15 km de Trujillo, donde al querer atrapar a un cuy, se muere y su mamá al abrirlo se da cuenta de que era hembra y tenía 4 cuyes en su interior, eso le inspiraría a crear este personaje tiempo después. En las preguntas hubo dos que me gustaron un señor de edad le preguntaba como es posible que el cuy siendo un confeso izquierdista ahora esté suavizado en la derecha y otras cosas más que parecía una reprimenda, a lo que Acevedo contestó que no era exacto lo que decía que respetaba su opinión pero las personas cambian, el tiempo cambia, el escenario cambia y mi cerebro cambia y olvida, era para llevar grabadora.

La segunda pregunta la hizo una niña, en la que estoy seguro le había soplado su padre: ¿porqué se hizo dibujante y no abogado, economista, etc? Risa general, por lo que había hablado desde el inicio diciendo que dibujaba desde chico, la pregunta estaba de más, ahondó que eso era lo que me más le gustaba. Tanto me gustó lo que dijo, que compré el tomo en tapa dura y me fui a formar cola para que me lo firmara. No hay foto porque si el comic se quiñó, no va a pasar lo mismo con lo que tanto me costó transportarlo a pie por el peso, sin un sol en el bolsillo.

Me desperté y era sábado, diplomado me tocaba, parado en el micro, pensé en no asistir al diplomado, ir de frente a la feria y jalado en el curso quedaría, no me importaba mas nada.

Llegando a donde la obligación me llamaba, le di gracias al día nublado por haber permitido que el profesor bajado del avión sería y en Lima quedarse. ¡Ya sabía a donde ir!

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