viernes, 8 de octubre de 2010

La Hora del Autógrafo


Para los que se preguntaran que fue de la exposición de dibujos de Ale Torres, yo también me hago esa interrogante, no fui el miércoles 29, al día siguiente me acerqué al Colegio de Arquitectos que queda en la misma Plaza de Armas, me encontré un estrado y a varia gente aprista celebrando el fin de campaña con una orquesta, el local del Colegio, cerrado, encontré un papel pegado en la puerta que decía: el horario de atención es de tal a tal hora, no decía si el evento pospuesto se iba a realizar en otra fecha, una lástima.

A principios del 2009, cuando por decisión propia me quedaban mis últimos días de prácticas sin imaginar que no encontraría trabajo más de un año, fui al gran evento anunciado por la Feria del Libro de Trujillo, Vargas Llosa se iba a presentar charlando con jóvenes universitarios que admiran su obra, después iba a firmar autógrafos, recuerdo que para hacer más placentera mi espera en los Bancos para recoger cheques de gerencia o haciendo largas colas en el Banco de la Nación, leía El Viaje a la Ficción, un ensayo a la obra de Juan Carlos Onetti, el gran inventor de Santa María, ese lugar ficticio que en la novela La vida breve el protagonista Juan María Brausen crea para luego escapar a esa ciudad, con la fantasía como su única salvación.

A la hora de salida de mi trabajo me iba a las ferias de libro viejo buscando ediciones antiguas de algunos de sus libros, después de ir varias veces esperando que apareciera lo que estaba buscando y de adquirir una primera edición de la Guerra del Fin del Mundo, bastante maltratada por el tiempo y por su anterior dueño, encontré una catorceava edición y primera reimpresión 1986 de Conversación en la Catedral.

Para ingresar al lugar de la conferencia, se tenía que formar una cola kilométrica, en la que debo resaltar, se reservaban el derecho de la edad, los que no eran jóvenes no los dejaban pasar, salvo que seas un Fernando Ampuero que bien campante y vestido de blanco se apareció junto a su batallón familiar a un lugar reservado exclusivamente para él, aunque al final todos pasaron, mirando desde la entrada o sentados en el piso cerca del escenario, cualquier cosa valía.

A la hora de la firma de autógrafos también fue la misma canción, formé una cola equivocada, de no ser por mi enamorada que se había colado más adelante (ayer no soportaba ver que todo el noticiero y los programas de las 11 de la noche dediquen todas sus notas a Vargas Llosa), no llegué al extremo de llevar mi cámara de fotos para inmortalizar el encuentro con el novelista, no fue el caso de mi chica que posó con un incomodo Mario que deseaba que ya se fuera de una bendita vez, nunca supo que sería la vida de aquel fotógrafo, fuimos al local de la organizadora Adriana Doig meses después y sin nombre ni apellido nos regresamos con las mismas.

Ni sabia como llamarlo, elegí usar señor, me dio la mano y espere a que rubrique mi libro, no le moleste diciendo que había leído tal o cual obra, ya debía estar cansado de eso, emocionado al ver la firma, me despedí y no sabia por donde salir, los guardaespaldas me indicaron que por ese lado no era, compramos otro libro en la tienda de Alfaguara y por curiosidad regresamos a la todavía larga cola, preguntamos al vigilante y nos dijo que ya no se permitía más personas, aunque no era seguro que el último no estaba perdiendo el tiempo, cosa que me pasó con Bryce Echenique en la Feria del Libro pasada, firmó unos cuantos libros y se fue porque tenía que seguir tomando y seguir pasado de copas. Salud por el novel Mario.

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