sábado, 9 de enero de 2010

Sueño Constante


Constantine llega a los confines de Australia, donde se encuentra con la tribu Curva del Diablo, que vive en armonía con la naturaleza peleando con los animales que quieren aprovecharse de ellos tratando de pagarles una miseria por sus tierras para explotar los cada vez menos recursos naturales, que después de cierto tiempo vuelven con lo mismo, acusando a tal y cual de asesinato.

Gracias a la fumarola con pipa, una antigua creencia en donde se puede ver a la Diosa serpiente del Arco Iris, John le hace ver que no es más que un dios menor que impone el miedo como respeto a sus fieles, no tiene la capacidad para que un grupo de personas intenten ocupar sus tierras como cualquier escolar que por chacota y simplonería destruye Chan Chan y lo sube a Internet para admirarse de su hazaña, pobre Dios Kon.
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Utilizando la palabra como un arma poderosa, que con estilo y detallando los puntos de abuso por el grupo intruso comandados por una anciana llamada Kate Grim Shaw (que tuvo un trauma en su niñez por eso su aversión a los nativos), los de la Corte Interamericana declaran improcedente la invasión.
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Pero ya es demasiado tarde los matones vienen por lo que ahora les pertenece, no hicieron caso al desalojo y a sufrir las consecuencias, provistos de armas van al ataque. La serpiente les hace sufrir su furia y se acabó el problema, ya nadie será molestado una vez más (exagero siempre va a ver un García por ahí).
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Ese es el argumento de los N° 89 y 90 (1995) de Hellblazer, producto de la poca masa cerebral de Paul Jenkins; ya que un solo número hubiera sido suficiente, el hacer una historia profunda no es su fuerte, todo lo contrario empieza de la forma más aburrida posible, siguiendo al título “Tiempo de sueño” del primer número. Lo mejor es el dibujo de Sean Phillips, con esa maestra manera de dibujar, razón de toda mi reseña.

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